sábado, 31 de julio de 2010

Cuentan de un sabio que un día


Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hierbas que él arrojó.

Las cosas que deseamos


Las cosas que deseamos
tarde o nunca las habemos,
y las que menos queremos
más presto las alcanzamos.

Porque fortuna desvía
aquello que nos aplace,
mas lo que pesar nos hace
ella mesma nos lo guía:
así por lo que penamos
alcanzar no lo podemos,
y lo que menos queremos
muy más presto lo alcanzamos.

Tres morillas

Tres morillas me enamoran
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Y hallábanlas cogidas
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Tres morillas tan lozanas
iban a coger manzanas
y hallábanlas tomadas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Díjeles: ¿Quién sois, señoras,
de mi vida robadoras?
Cristianas que éramos moras
en Jaén:Axa y Fátima y Marién.


Fonte frida


Fonte frida, Fonte frida
Fonte frida y con amor,
do todas las avecicas
van tomar consolación,
sino es la tortolica,
que está viuda y con dolor.
Por ahí fuera a pasar
el traidor del ruiseñor;
las palabras que le dice
llenas son de traición:
«Si tú quisieses, señora,
yo sería tu servidor.»
«Vete de ahí, enemigo,
malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo verde
ni en ramo que tenga flor,
que si el agua hallo clara
turbia la bebiera yo;
que no quiero haber marido
porque hijos no haya, no;
no quiero placer con ellos
ni menos consolación.
¡Déjame triste, enemigo,
malo, falso, mal traidor;
que no quiero ser tu amiga
ni casar contigo, no!»

viernes, 30 de julio de 2010

Insomnio, Dámaso Alonso, Hijos de la ira (1944)

Madrid es una ciudad de más de un millón
de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en el que hace cuarenta y cinco años
que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar
los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando
como un perro enfurecido, fluyendo como la leche
de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres
en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren
lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra
podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?

Este poema lo encuentras recitado aquí en la voz de Dámaso Alonso

Dámaso Alonso


Poeta, crítico literario y filólogo nacido en Madrid y que perteneció a la generación del 27. Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras. Antes de la Guerra Civil española estudió en el Centro de Estudios Históricos de Madrid y participando a la vez en las actividades literarias e intelectuales de la Residencia de Estudiantes donde coincidió con: Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador Dalí. Colaboraba en la Revista de Occidente y en la poética Los Cuatro Vientos. Para reivindicar la poesía de Góngora preparó todo un aparato teórico en su edición crítica de las Soledades (1927), cuya fecha de publicación da nombre a la generación de 27. Fue catedrático de la Universidad de Valencia y posteriormente catedrático de Filología Románica en la Universidad de Madrid. En 1945 ingresó en la Real Academia Española, de la que llegó a ser director, y en 1959 en la Academia de la Historia. También recibió el Premio Cervantes.

En Dámaso Alonso confluyen sus tres vocaciones: profesor, investigador y crítico literario, y la de poeta. Como poeta, existen dos momentos bien diferenciados, el de la poesía pura de ecos juanramonianos; a esta época pertenecen Poemas puros, poemillas de la ciudad (1921). A partir de 1939 y conmovido por los acontecimientos que se viven en España, desgarra el panorama literario con su obra Los hijos de la ira (1944), a la que siguen entre otras Hombre y Dios (1955) y Oscura noticia (1959), dos libros poéticos de ecos existencialistas y donde es visible la influencia de la obra de Joyce. A esta etapa también pertenece la mayor parte de su labor didáctica e investigadora, de la que son exponentes: La poesía de san Juan de la Cruz (1942), Poesía española: Ensayo de métodos y límites estilísticos (1950), Estudios y ensayos gongorinos (1955). En estos trabajos centra su esfuerzo por situar la crítica literaria en el ámbito de la lingüística. Fundó la colección Biblioteca Románica Hispánica y ha sido director de la Revista de Filología Española. Su tarea como académico centró su esfuerzo en organizar encuentros periódicos con las academias americanas para un trabajo común que evitase o retrasara la temida fragmentación lingüística de la lengua española.

Esta biografía la puedes encontrar, aquí.

En la plaza, Vicente Aleixandre

Hermoso es, hermoso humilde y confinante,
vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere
calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrastrarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran
corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto
corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con
resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las
reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede
reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso,
con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos
y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor,
en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también unánime corazón que le alcanza!

Es poema lo tienes recitado aquí por el propio Vicente Aleixandre.

Se querían, Vicente Aleixandre, La destrucción o el amor (1935)

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

El poema recitado, aquí.

jueves, 29 de julio de 2010

Vicente Aleixandre


Poeta español que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1977. En 1934 ya había conseguido el Premio Nacional de Literatura y desde 1949 fue miembro de la Real Academia Española. Nació en Sevilla, pasó la infancia en Málaga y a los trece años se trasladó a Madrid. Estudió Derecho y Comercio y fue profesor de Derecho Mercantil de 1920 a 1922. En 1925, durante una grave enfermedad, empezó a escribir poesía. El primer libro que publicó fue Ambito, de 1928, donde muestra interés por la naturaleza y ofrece el conocimiento que posibilita la pasión. En los siguientes, Espadas como labios, de 1932, y Pasión de la tierra, de 1935, incorpora plenamente el surrealismo a la poesía castellana y el poeta aparece como el que transmite los mensajes del cosmos. En Sombra del paraíso, de 1944, la naturaleza, asunto fundamental en su poesía hasta entonces, se tiñe con tonos elegíacos al cantar el mundo que había perdido el poeta debido a la Guerra Civil española. Mundo a solas, de 1950, y Nacimiento último, de 1953, también son mucho menos herméticos y expresan un universo dolorido, aunque equilibrado.

Historia del corazón, de 1954, supuso el inicio de lo que el propio Aleixandre consideró un nuevo ciclo. El poeta vuelve a contemplar la realidad, no desde el punto de vista del cosmos, sino del hombre histórico en su poemario de 1962, titulado En un vasto dominio. Poemas de la consumación, de 1968, exalta la juventud a la que considera la única realidad valiosa de la existencia desde una vejez donde acecha la muerte. De un estilo elíptico y descarnado se puede caracterizar probablemente toda la obra de Aleixandre, que culmina en Diálogos del conocimiento, de 1974, y, póstumamente, En gran noche, de 1991, que incluye varios poemas inéditos. Su obra en prosa, Los encuentros, de 1958 y 1985, se ocupa de escritores españoles, desde Baroja y Unamuno, a sus contemporáneos y amigos más jóvenes. Aleixandre supuso una influencia capital en los poetas españoles posteriores.

Esta biografía ha sido extraída de aquí.

martes, 27 de julio de 2010

El rey de Harlem, Federico García Lorca, Poeta en Nueva York (1930)

Con una cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.

Fuego de siempre dormía en los pedernales,
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.

Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.

Las rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire,
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.

Es preciso cruzar los puentes
y llegar al rubor negro
para que el perfume de pulmón
nos golpee las sienes con su vestido
de caliente piña.

Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente
a todos los amigos de la manzana y de la arena,
y es necesario dar con los puños cerrados
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas,
para que el rey de Harlem cante con su muchedumbre,
para que los cocodrilos duerman en largas filas
bajo el amianto de la luna,
y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.

Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo.
Ellos son.
Ellos son los que beben el whisky de plata junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón por las heladas montañas del oso.

Aquella noche el rey de Harlem con una durísima cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.

Negros, Negros, Negros, Negros.

La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el pecho de los paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna de cáncer.

Sangre que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo,
cielos yertos, en declive, donde las colonias de planetas
rueden por las playas con los objetos abandonados.

Sangre que mira lenta con el rabo del ojo,
hecha de espartos exprimidos, néctares de subterráneos.
Sangre que oxida el alisio descuidado en una huella
y disuelve a las mariposas en los cristales de la ventana.

Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas partes,
para quemar la clorofila de las mujeres rubias,
para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos
y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo.

Hay que huir,
huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos,
porque el tuétano del bosque penetrará por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química.

*

Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.

Un viento sur de madera, oblicuo en el negro fango,
escupe a las barcas rotas y se clava puntillas en los hombros;
un viento sur que lleva
colmillos, girasoles, alfabetos
y una pila de Volta con avispas ahogadas.

El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el monóculo,
el amor por un solo rostro invisible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos sin una sola rosa.

*

A la izquierda, a la derecha, por el sur y por el norte,
se levanta el muro impasible
para el topo, la aguja del agua.
No busquéis, negros, su grieta
para hallar la máscara infinita.
Buscad el gran sol del centro
hechos una piña zumbadora.

El sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa,
el sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño,
el tatuado sol que baja por el río
y muge seguido de caimanes.

Negros, Negros, Negros, Negros.

Jamás sierpe, ni cebra, ni mula
palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta.
Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.
Entonces, negros, entonces, entonces,
podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas
y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas
asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo.

¡Ay, Harlem, disfrazada!
¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
Me llega tu rumor,
me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,
a través de láminas grises
donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,
a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos,
a través de tu gran rey desesperado
cuyas barbas llegan al mar.



La sangre derramada, Federico García Lorca, Romancero gitano (1928)

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!



Ciudad sin sueño (Nocturno del Brooklyn Bridge), Federico García Lorca, Poeta en Nueva York (1930)

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!

Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.



Romance de la luna, luna, Federico García Lorca, Romancero gitano (1928)

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.




Federico García Lorca


Poeta y dramaturgo español; es el escritor de esta nacionalidad más famoso del siglo XX y uno de sus artistas supremos. Su asesinato durante los primeros días de la Guerra Civil española hizo de él una víctima especialmente notable del franquismo, lo que contribuyó a que se conociera su obra. Sin embargo, sesenta años después del crimen, su valoración y su prestigio universal permanecen inalterados. Nació en Fuente Vaqueros (Granada), en el seno de una familia de posición económica desahogada. Estudió bachillerato y música en su ciudad natal y, entre 1919 y 1928, vivió en la Residencia de Estudiantes, de Madrid, un centro importante de intercambios culturales donde se hizo amigo del pintor Salvador Dalí, el cineasta Luis Buñuel y el también poeta Rafael Alberti, entre otros, a quienes cautivó con sus múltiples talentos. Viajó a Nueva York y Cuba en 1929-30. Volvió a España y escribió obras teatrales que le hicieron muy famoso. Fue director del teatro universitario La Barraca, conferenciante, compositor de canciones y tuvo mucho éxito en Argentina y Uruguay, países a los que viajó en 1933-34.

Sus primeros poemas quedaron recogidos en Libro de poemas, de 1921, una antología que tiene grandes logros. En 1922 organizó con el compositor Manuel de Falla, el primer festival de cante jondo, y ese mismo año escribió precisamente el Poema del cante jondo, aunque no lo publicaría hasta 1931. El Primer romancero gitano, de 1928, es un ejemplo genial de poesía compuesta a partir de materiales populares, y ofrece una Andalucía de carácter mítico por medio de unas metáforas deslumbrantes y unos símbolos como la luna, los colores, los caballos, el agua, o los peces, destinados a transmitir sensaciones donde el amor y la muerte destacan con fuerza. Tras los Poemas en prosa, escribió en Nueva York un gran ciclo profético y metafísico en el que el autor apuesta por los oprimidos, sin dejar de sacar a relucir sus obsesiones íntimas. El ciclo iba a constar de dos libros, Poeta en Nueva York, escrito entre 1929 y 1930, pero que no se publicó hasta 1940, y Tierra y Luna, del que algunos poemas fueron incluidos en Diván del Tamarit, concluido en 1934, aunque también se publicó póstumamente. Calificados muchas veces de surrealistas, los poemas de esa obra clave de García Lorca que es Poeta en Nueva York, expresan el horror ante la falta de raíces naturales, la ausencia de una mitología unificadora o de un sueño colectivo que den sentido a una sociedad impersonal, violenta y desgarrada. Por su parte, los incompletos Sonetos del amor oscuro, escritos durante una temporada en Nueva Inglaterra (Estados Unidos), expresan una desesperación más personal y constituyen unas muestras admirables de erotismo, que sólo recientemente han sido dadas a conocer. Otro importante poema de Lorca, dentro de la línea del neopopulismo, es el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de 1935, una elegía compuesta al morir ese torero intelectual, amigo de muchos de los poetas de la generación de Lorca. Mientras que los Seis poemas galegos, del mismo año, consiguen trascender las referencias populares evidentes.

El teatro de Lorca es, junto al de Valle-Inclán, el más importante escrito en castellano durante el siglo XX. Se trata de un teatro de una gama muy variada con símbolos o personajes fantásticos como la muerte y la Luna, lírico, en ocasiones, con un sentido profundo de las fuerzas de la naturaleza y de la vida. Entre sus farsas, escritas de 1921 a 1928, destacan Tragicomedia de don Cristóbal y Retablillo de don Cristóbal, piezas de guiñol, y sobre todo La zapatera prodigiosa, una obra de ambiente andaluz que enfrenta realidad e imaginación. También pertenece a la categoría de farsa Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. De 1930 y 1931 son los dramas calificados como -irrepresentables-, El público y Así que pasen cinco años, obras complejas con influencia del psicoanálisis, que ponen en escena el mismo hecho teatral, la revolución y la homosexualidad, a partir de un complejo sistema de correspondencias. Dos tragedias rurales son Bodas de sangre, de 1933, y Yerma, de 1934, donde se aúnan mitología, mundos poéticos y realidad. En Doña Rosita la soltera, de 1935, aborda el problema de la solterona española, algo que también aparece en La casa de Bernarda Alba, concluida en junio de 1936, y que la crítica suele considerar la obra fundamental de Lorca. Al comienzo de su carrera también había escrito dos dramas modernistas, El maleficio de la mariposa (1920) y Mariana Pineda (1927). El mundo de García Lorca supone una capacidad creativa, poder de síntesis y facultad natural para captar, expresar y combinar la mayor suma de resonancias poéticas, sin esfuerzo aparente, y llegar a la perfección, no como resultado de una técnica conseguida con esfuerzo, sino casi de golpe. La variedad de formas y tonalidad resulta deslumbrante, con el amor, presentado en un sentido cósmico y pansexualista, la esterilidad, la infancia y la muerte como motivos fundamentales. Sus posiciones antifascistas y su fama le convirtieron en una víctima fatal de la Guerra Civil, en Granada, donde le fusilaron.


Esta biografía ha sido extraída de aquí.


WEBS DE INTERÉS


Vida de Lorca from Alvaro bonal on Vimeo.


Poesías recitadas de Federico García Lorca from Alvaro bonal on Vimeo.


Posibles lugares de la fosa de Lorca. from Alvaro bonal on Vimeo.


lunes, 26 de julio de 2010

El ciprés de Silos, Gerardo Diego, Versos humanos (1955)

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanando a sí mismo en loco empeño.


Mástil de soledad, prodigio isleño;

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar, mi alma sin dueño.


Cuando te vi, señero, dulce firme,

qué ansiedades sentí de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales,


como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.

Romance del Duero, Gerardo Diego, Soria (1923)

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.


El poema puedes oírlo aquí recitado en la voz de Gerardo Diego.

Gerardo Diego


Poeta español, miembro destacado de la generación del 27, de obra abundante y de gran honestidad literaria apoyada en un impulso poético auténtico. Nació en Santander y simultaneó sus estudios de bachillerato con los de piano, instrumento del que llegará a ser un consumado intérprete. A los 13 años realiza sus primeros intentos poéticos. Doctor en Filosofía y Letras, en 1920 obtiene una cátedra de instituto y publica su primer libro de poemas, El romancero de la novia. Gana el Premio Nacional de Literatura en 1925 por su libro Versos humanos. Comienza a publicar las revistas Carmen y Lola, de carácter vanguardista, en 1927. En 1932 recopila la influyente antología Poesía española contemporánea (1915-1932), e inicia sus tareas como crítico musical en varios diarios. En 1939 se traslada al instituto Beatriz Galindo de Madrid donde permanecerá hasta su jubilación en 1966. Es elegido por unanimidad miembro de la Real Academia Española en 1947. Vuelve a obtener el Premio Nacional de Literatura en 1956. En 1980 se le concede el Premio Cervantes. Muere en Madrid en 1987 y es sepultado en el cementerio de Pozuelo de Alarcón.

Su poesía, caracterizada por una fecunda variedad, suele dividirse en dos tendencias. Una que sigue los derroteros de la tradición, y otra que le hace ser un avanzado vanguardista. El propio poeta dirá: "Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela -nueva- para mi uso personal e intransferible." Con todo, su obra adquiere un carácter unitario superando esas diferencias formales entre poesía de "creación" y poesía de "expresión" que se funden en una aventura poética de creación en plena libertad. Y así el impulso experimental no está ajeno incluso en sonetos de corte tradicional donde aparece un constante deseo de renovación y de búsqueda. Dentro de la poesía "de expresión" destacan libros como Versos humanos (1955) y Nocturnos de Chopin (1963), donde se advierte una influencia simbolista y una tendencia presente en gran parte de su poesía de traducir las sensaciones originadas por la audición de la música. Utiliza con frecuencia el romance, lo que indica influencia del Juan Ramón Jiménez primero, considerado uno de los grandes maestros por los poetas más jóvenes. Otras obras importantes dentro de esta tendencia son Angeles de Compostela (1940), Alondra de la verdad (1941), Canciones (1959) y Odas morales (1966), todas ellas muy logradas en el aspecto formal. La crítica, sin embargo, considera que la mayor importancia histórica de Gerardo Diego reside en su obra vanguardista que inicia desde muy joven y se prolonga durante toda su vida, llegando a desarrollar al respecto una teoría en la que se desmarca de otras experiencias vanguardistas como el surrealismo o el ultraísmo, corriente en la que podría incluirse uno de sus libros iniciales como Evasión (1919). Imagen (1922) es un poemario donde el poeta se dedica a la consecución de una imagen compleja que no refleja nada sino que es apariencia de sí misma. Manual de espumas (1924), Fábula de Equis y Zeda (1932), Poemas adrede (1932) y Limbo (1951) lo presentan como un poeta creacionista que supera al propio Vicente Huidobro, con gran sentido del juego léxico que, sin embargo, sugiere unos planteamientos inquietantes. En ellos la audacia de sus rimas no tiene parangón en la poesía en lengua española, su puntuación crea climas desconcertantes y la palabra poética termina por resultar absoluta, libre e independiente. En 1989 apareció, en dos tomos, su Poesía completa, que él mismo había preparado antes de su muerte.

Esta biografía ha sido extraída de http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1650

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http://sapiens.ya.com/narci3012/gerar.htm

http://comunidad-escolar.cnice.mec.es/documentos/diego/diego0.html

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domingo, 25 de julio de 2010

Muerte a lo lejos, Jorge Guillén, Cántico (1928-1950)

Alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza

la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? No, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya lo descorteza.

...Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatando el inminente

poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.

Más allá, Jorge Guillén, Cántico, (1928-1950)

(El alma vuelve al cuerpo,
se dirige a los ojos
y choca) - ¡Luz! Me invade
todo mi ser. ¡Asombro!
Intacto aún, enorme,
rodea el tiempo... Ruidos
irrumpen. ¡Cómo saltan
sobre los amarillos
todavía no agudos
de un sol hecho ternura
de rayo alboreado
para estancia difusa,
mientras van presentándose
todas las consistencias
que al disponerse en cosas
me limitan, me centran!
¿Hubo un caos? Muy lejos
de su origen, me brinda
por entre hervor de luz
frescura en chispas. ¡Día!
Una seguridad
se extiende, cunde, manda.
El esplendor aploma
la insinuada mañana.
Y la mañana pesa,
vibra sobre mis ojos,
que volverán a ver
lo extraordinario: todo.
Todo está concentrado
por siglos de raíz
dentro de este minuto,
eterno y para mí.
Y sobre los instantes
que pasan de continuo
voy salvando el presente,
eternidad en vilo.
Corre la sangre, corre
con fatal avidez.
A ciegas acumulo
destino: quiero ser.
Ser, nada más. Y basta.
Es la absoluta dicha.
¡Con la esencia en silencio
tanto se identifica!
¡Al azar de las suertes
únicas de un tropel
surgir entre los siglos,
alzarse con el ser,
y a la fuerza fundirse
con la sonoridad
más tenaz: sí, sí, sí,
la palabra del mar!
Todo me comunica,
vencedor, hecho mundo,
su brío para ser
de veras real, en triunfo.
Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.
La realidad me inventa,
soy su leyenda. ¡Salve!

Jorge Guillén


Poeta y crítico literario español, miembro de la generación del 27. Nació en Valladolid y fue catedrático de Literatura en las universidades de Murcia y Sevilla. Se exilió a raíz de la Guerra Civil española y enseñó en diversas universidades estadounidenses y de Hispanoamérica. Regresó a España después del fallecimiento de Franco (1975), instalándose en Málaga, donde murió. Obtuvo el Premio Cervantes en 1976. Cántico, un libro de poemas publicado en 1928, tuvo sucesivas ampliaciones en 1936, 1945 y 1950, y se inscribe dentro del llamado -conceptismo conceptual- propio de ciertas vanguardias europeas, desde el cubismo al futurismo. Constituye un himno continuado de afirmación vital, un cántico a la creación, al goce de existir, a la armonía del universo. El segundo periodo en que suele dividirse la obra poética de Guillén, viene constituido por Clamor, con sus tres volúmenes: Maremágnum (1957), …Que van a dar en la mar (1960) y A la altura de las circunstancias (1963). En estas obras el poeta interviene de modo contundente en las agitadas aguas de la poesía inmersa en los problemas de su tiempo: poesía civil o política, en donde la voz se alza vigorosamente como lúcido testimonio de un país y de una época. En Homenaje (1967), que constituye el tercer periodo de su obra, Guillén realiza una síntesis magistral de las dos tendencias previas, con una poesía pura pero llena de referentes concretos. Aire nuestro (1968) recoge su poesía completa, a la que luego se añadirán Y otros poemas (1973) y Final (1982). Guillén, que es uno de los componentes más destacados de la generación del 27, también publicó obras críticas, en las que estudió a autores clásicos y contemporáneos, como ocurre en Lenguaje y poesía (1962).

Esta biografía ha sido extraída de http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1789

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jueves, 22 de julio de 2010

Las oyes cómo piden realidades, Pedro Salinas, La voz a ti debida (1933)

¿Las oyes cómo piden realidades,
ellas, desmelenadas, fieras,
ellas, las sombras qeu los dos forjamos
en este inmenso echo de distancias?
Cansadas ya de infinitud, de tiempo
sin medida, de anónimo, heridas
por una gran nostalgia de materia,
piden límites, días, nombres.
No pueden
vivir así ya más: estánal borde
de morir de las sombras, que es la nada.
Acude, ven conmigo.
Tiende tus manos, Tiéndeles tu cuerpo.
Los dos les buscaremos
un color, una fecha, un pecho, un sol.
Que descansen en ti, sé tú su carne.
Se calmará su enorme ansia errante,
mientras las estrechemos
ávidamente entre los cuerpos nuestros
dónde encuentren su pasto y su reposo.
Se dormirán al fin en nuestro sueño
abrazado, abrazadas. Y así luego
al separarnos, al nutrirnos sólo
de sombras, etre lejos,
ellas
tendrán recuerdos ya, tendrán pasado
de carne y hueso
el tiemo que vivieron en nosotros.
Y su afanoso sueño
de sombras, otra vez, será el retorno
a esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito.

Escucha aquí el poema en la voz de Pedro Salinas

Qué alegría vivir, Pedro Salinas, La voz a ti debida (1933)

Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías
- azogues, almas cortas - , aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad transvisible
es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida - ¡ qué transporte
ya ! -, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado
podrá el cuerpo
descansar, quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.

Escucha aquí el poema recitado por Pedro Salinas

El alma tenías, Pedro Salinas, Presagios (1923)

El alma tenías
tan clara y abierta,
que yo nunca pude
entrarme en tu alma.
Busqué los atajos
angostos, los pasos
altos y difíciles...
A tu alma se iba
por caminos anchos.
Preparé alta escala
—soñaba altos muros
guardándote el alma—
pero el alma tuya
estaba sin guarda
de tapial ni cerca.
Te busqué la puerta
estrecha del alma,
pero no tenía,
de franca que era,
entradas tu alma.
¿En dónde empezaba?
¿Acababa, en dónde?
Me quedé por siempre
sentado en las vagas
lindes de tu alma.


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Pedro Salinas


Poeta nacido en Madrid. Profesor universitario en Sevilla, Murcia, Cambridge y Boston. Los tres elementos básicos de su creación son -autenticidad, belleza e ingenio-. Autor perfeccionista, pero de gran sensibilidad. Es el principal poeta del amor de su generación. Podemos distinguir tres etapas en su producción, la primera que abarca hasta 1932. Poesía pura bajo el influjo de Juan Ramón Jiménez: Presagios (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931). Una segunda etapa de 1933-1939. Poeta del amor. Amor antirromántico (no es un amor atormentado ni sufrido). El amor supone un enriquecimiento de la vida y la persona, confiere sentido al mundo. La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1936) (algo más pesimista, aparecen los límites del amor) y Largo lamento (1939) de tono elegíaco, le canta al amor que agoniza y muere. Y una tercera etapa tras la guerra civil, libros de poemas en lo que se observa una lucha entre su fe en la vida y los signos angustiosos que ve a su alrededor. El Contemplado (1946), Todo más claro (1949), Confianza 1942-44 (1955) libro póstumo que recoge poemas escritos en esos años. Destacamos en Salinas su concepto del amor, la amada es vista como amiga; la amada saca de la duda al amante, de su nada anterior, le inventa un mundo, lo salva del caos. El amor es una prodigiosa fuerza que da plenitud a la vida y que confiere sentido al mundo. Por él, el poeta ama la vida y dice que sí al mundo. Se han señalado las relaciones de Salinas con Guillén: van a la realidad, buscan su esencia para hacerla lírica. Se diferencian en que Salinas es más subjetivo y amétrico; Guillén posee una más fuerte voluntad objetivadora y utiliza mayor regularidad métrica. Murió exiliado en Boston en 1951.

Esta biografía ha sido extraída de: http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2260




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miércoles, 21 de julio de 2010

Soledad, Juan Ramón Jiménez

En ti estás todo, mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late y no lo siente...
¡Qué plenitud de soledad, mar sólo!

La espiga, Juan Ramón Jiménez

Granado el oro, está la espiga, al día claro,
encendiendo en la luz su apretado tesoro;
pero se pone triste, y, en un orgullo avaro,
derrama por la tierra, descontenta, su oro.

De nuevo se abre el grano rico en la sombra amiga
-cuna y tumba, almo trueque- de la tierra mojada,
para surjir de nuevo, en otra bella espiga
más redonda, más firme, más alta y más dorada.

Y... ¡otra vez a la tierra! ¡Anhelo inestinguible,
ante la norma única de la espiga perfecta,
de una suprema forma, que eleve a lo imposible
el alma, ¡oh poesía!, infinita, áurea, recta!

Canción. tú eres vida mía, Juan Ramón Jiménez

Canción, tú eres vida mía,
y vivirás, vivirás;
y las bocas que te canten,
cantarán eternidad.

El nombre conseguido de los nombres, Juan Ramón Jiménez

Si yo, por ti, he creado un mundo para ti,
dios, tú tenías seguro que venir a él,
y tú has venido a él, a mí seguro,
porque mi mundo todo era mi esperanza.

Yo he acumulado mi esperanza
en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito;
a todo yo le había puesto nombre
y tú has tomado el puesto
de toda esta nombradía.

Ahora puedo yo detener ya mi movimiento,
como la llama se detiene en ascua roja
con resplandor de aire inflamando azul,
en el ascua de mi perpetuo estar y ser;
ahora yo soy ya mi mar paralizado,
el mar que yo decía, más no duro,
paralizado en olas de conciencia en luz
y vivas hacia arriba todas, hacia arriba.

Todos los nombres que yo puse
al universo que por ti me recreaba yo,
se me están convirtiendo en uno y en un
dios.

El dios que es siempre y al fin,
el dios creado y recreado y recreado
por gracia y sin esfuerzo.
El Dios. El nombre conseguido de los nombres.

Intelijencia, dame, Juan Ramón Jiménez

¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

Canción (Álamo blanco), Juan Ramón Jiménez

Arriba canta el pájaro
y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo,
se me abre el alma).

¡Entre dos melodías,
la columna de plata!
Hoja, pájaro, estrella;
baja flor, raíz, agua.
¡Entre dos conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco ideal,
entre mi alma y mi alma!)

Mece a la estrella el trino,
la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba,
me tiembla el alma).


El viaje definitivo, Juan Ramón Jiménez

EL VIAJE DEFINITIVO

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...

Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

martes, 20 de julio de 2010

Juan Ramón Jiménez


Poeta español y premio Nobel de Literatura. Nació en Moguer (Huelva), y estudió en la Universidad de Sevilla. Los poemas de Rubén Darío, el miembro más destacado del modernismo en la poesía española, le conmovieron especialmente en su juventud. También sería importante la lectura de los simbolistas franceses, que acentuaron su inclinación hacia la melancolía. En 1900 publicó sus dos primeros libros de textos: Ninfeas y Almas de violeta. Poco después se instalaría en Madrid, haciendo varios viajes a Francia y luego a Estados Unidos, donde se casó con la que ya sería su compañera ejemplar de toda la vida, Zenobia Camprubí. En 1936, al estallar la Guerra Civil española se vio obligado a abandonar España. Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, fueron sus sucesivos lugares de residencia. Moriría en este último país, donde recibió ya casi moribundo la noticia de la concesión del Premio Nobel.

La obra poética de Juan Ramón Jiménez es muy numerosa, con libros que a lo largo de su vida, en un afán constante de superación, fue repudiando o de los que salvaba algún poema, casi siempre retocado en sus sucesivas selecciones. Las principales son
Poesías escogidas (1917), Segunda antología poética (1922), Canción (1936) y Tercera antología (1957). La influencia del modernismo se percibe en sus primeros libros, aunque su mundo poético pronto apunta, como el de Bécquer , hacia lo inefable, con unos poemas hechos a partir de sensaciones refinadas por la espiritualidad, y de sutiles estados líricos, con un lenguaje musical. Pero el arte de Juan Ramón Jiménez se hace independiente de cualquier escuela, aunque el simbolismo, ya totalmente asumido, siga influyendo en su poesía casi hasta el final. Con el paso de los años su estilo se hace cada vez más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta, de la poesía y del espíritu que él intenta fundir con su lirismo esencial interior, sin dejar de ser al mismo tiempo metafísico y abstracto, como se aprecia en Baladas de Primavera (1910) o La soledad sonora (1911). Diario de un poeta recién casado (1917), escrito básicamente durante su viaje a Estados Unidos, donde conoció y se casó con Zenobia, es uno de los grandes libros de la poesía española. Contiene ritmos inspirados por el latir del mar, verso libre, prosa, sugerencias humorísticas e irónicas. El libro supone un canto a la mujer, el mundo marino y Estados Unidos. Siguen Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919) y uno de los puntos más altos de su poesía, Estación total, un libro escrito entre 1923 y 1936, aunque no se publique hasta 1946. La identificación del poeta con la belleza, con la plenitud de lo real, con el mundo, es casi absoluta. La palabra aúna abstracción y realidad, y el poeta se convierte en total -concepto ya utilizado por Juan Ramón Jiménez-, y que significa lo universal. Poeta total, es para él, por tanto, aquel que logra la comunión con el universo, conservando, sin embargo, su voz personal.

Los escritos en prosa que formarían posteriormente la vasta galería
Españoles de tres mundos (1942) empezaron a publicarse en diarios y revistas en los años inmediatamente anteriores a su exilio. Otro libro suyo escrito en prosa poética -y al que le debe gran parte de su fama universal- es Platero y yo (1917), donde funde fantasía y realismo en las relaciones de un hombre y su asno. Es el libro español traducido a más lenguas del mundo, junto con Don Quijote de Miguel de Cervantes. Escribió ya en América los Romances de Coral Gables (1948) y Animal de fondo (1949). Con ellos y el poema 'Espacio', Juan Ramón Jiménez alcanza lo que se ha llamado su tercera plenitud determinada por el contacto directo con el mar. En Animal de fondo el símbolo lo expresa con un lenguaje próximo a una religiosidad inmanente y panteísta. La poesía antes que palabra es conciencia; inteligencia que permite al poeta nombrar. El tiempo acaba fundiéndose con el espacio. El poeta simbolista y romántico, metafísico después y puro -que configuran al Juan Ramón Jiménez más hondo e intenso-, se revela finalmente como un visionario y metafísico que mantiene una alta tensión poética a partir de iluminaciones nacidas en lo profundo de su sensibilidad.

Esta biografía ha sido extraída de http://www.los-poetas.com/d/biojuanr.htm








Webs de interés

http://www.fundacion-jrj.es/

http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/jrj/default.htm

http://www.juanramonjimenez.com/principal_frame_JR.htm

http://jaserrano.nom.es/JRJ/

Vídeo biográfico