lunes, 19 de julio de 2010

Antonio Machado, "El limonero lánguido suspende", de Soledades, Galerías, otros poemas (1907)

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta

sobre el encanto de la fuente limpia,

y allá en el fondo sueñan

los frutos de oro...

Es una tarde clara,
casi de primavera,

tibia tarde de marzo

que el hálito de abril cercano lleva;

y estoy solo, en el patio silencioso,

buscando una ilusión cándida y vieja:

alguna sombra sobre el blanco muro,

algún recuerdo, en el pretil de piedra

de la fuente dormido, o, en el aire,

algún vagar de túnica ligera.

En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,

que dice al alma luminosa: nunca,

y al corazón: espera.

Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,

tarde sin flores, cuando me traías

el buen perfume de la hierbabuena,

y de la buena albahaca,

que tenía mi madre en sus macetas.

Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,

para alcanzar los frutos encantados

que hoy en el fondo de la fuente sueñan...

Sí, te conozco, tarde alegre y clara,

casi de primavera.

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